Las nuevas batallas de la TV Argentina

Como una valija de doble fondo, los grandes cambios en la programación de la televisión argentina, producto del pase de los “tanques” de Telefé a Canal 9, esconden una reconfiguración general de los medios de comunicación nacionales.

La lucha entre Canal 9 y Telefé donde el primero, con nuevos aliados, intenta vaciar de contenidos al segundo, se configura como una contienda extraña. Según expertos del medio, el fin último de la maniobra tendría un objetivo no visible: desbancar al multimedios Clarín.

El conjunto del Grupo Clarín, si bien su canal televisivo Trece es segundo en rating, tiene un manejo brillante de los hilos del poder. La tapa del diario Clarín y sus grandes titulares son los cotidianos plesbicitadores de la acción de gobierno.

Por otro lado el otro gran diario nacional La Nación, con una línea más clara, y sin un multimedia visible atrás, se ha quedado anclado en su visión ideologizada de la realidad y del negocio, situación que Clarín ha resuelto con relativo éxito.

Todo proyecto de construir un diario nacional alternativo ha chocado con el “muro Clarín”, sin embargo, se estaría gestando una estrategia para construir esa posibilidad. En efecto, otro gran diario del mundo hispanoparlante, El País de España, tendría interés de desembarcar en estas costas, cabecera de playa de lo que ya se llama la “segunda ola” de inversiones españolas en Argentina.

Pero los directivos de El País, buque madre del Grupo Prisa sí conocen el negocio multimedia y creen que para superar el peso del Grupo Clarín deberán contar en su poder no con uno, sino con dos canales: Canal 9 y Telefé.

La compra del primero, ha sido presa fácil dado que la diáspora menemista ya no requiere de dicha empresa, el segundo en cambio es hueso duro de roer, ya que deben contar con la anuencia de Telefónica de España, que en principio no estaría interesado en la venta.

El Grupo Clarín conciente de la movida ha empezado a mover sus fichas negociando con América, cuarta pata de la televisión abierta argentina. Además Canal 13 quizá obtenga un beneficio secundario si el hundimiento de Telefé le entrega lo que nunca pudo obtener durante el reinado Suar, el primer puesto de la audiencia.

Con el bajo nivel que hoy presenta la televisión argentina actual resulta sorprendente el interés empresario para tomar posiciones en ella, pero como se ha demostrado, el grado de penetración de la televisión abierta en la población argentina es tal, para cualquier proyecto político o empresarial de envergadura es imprescindible contar con una fuerte presencia allí, articulando en forma de multimedia con medios gráficos y radiales.
En una actividad que debiera ser ejemplo de transparencia, los medios de comunicación argentinos, son actores activos del poder político y económico, la misión de informar con objetividad ha quedado atrás en la historia.

El Estado es parte activa de la confusión, dado que ni siquiera ha dado un marco jurídico adecuado, el vigente data de la dictadura, pero ha resultado funcional a los diferentes gobiernos de la democracia. Por otro lado el canal estatal lejos de ofrecer una pantalla alternativa, parece transitar por una larga siesta provinciana.

Y nuevamente el FMI…

Como en esas películas de ciencia ficción en que el malo siempre regresa, detrás de la finalización del canje de deuda pública más importante de la historia económica moderna, el FMI espera a la Argentina para redactar una nueva Carta de Intención.

Será necesario más de un asesor de imagen para explicar porqué después de estos años de crecimiento sin el Fondo, y luego de tantas declaraciones fulminantes y hasta amagues para pagar al contado la deuda con el organismo, el Gobierno debe sentarse en la mesa para arreglar la refinanciación de la deuda vigente.

La respuesta es sencilla: el país tendría que desembolsar con el FMI casi el 70% de sus reservas internacionales para pagar sólo lo que se debe este año, fruto del irresponsable manejo del tema de quienes “patearon para adelante” el problema de gobiernos anteriores, y ahora recomiendan cursos de acción desde los diarios.

Pero desde el Ministerio de Economía salen a calmar las aguas explicando que con los indicadores de los últimos años se estaría en condiciones de superar cualquier condición de las cartas de intención firmadas por los anteriores gobiernos.

Sin embargo, a nadie le escapa que el FMI como guardián de la globalización, vendrá por otros objetivos políticos y económicos lejanos de la “macro”. La defensa de las empresas privatizadas, la eliminación de los bancos estatales, el rechazo a cualquier control de capitales financieros y la apertura irrestricta de la economía, entre otros muchos temas estarán sobre el tapete.

La deuda, como siempre tema político, es una cinta sinfín para un país sin un claro destino de nación.

La Formula Binaria

Boca o River; rubia o morocha; Macri o Ibarra; Sí o No. A partir de la convocatoria a elecciones por Revocatoria de Mandato la sociedad se enfrenta nuevamente a la resolución de complejos problemas por el camino de la simplificación extrema, como si pudieran reunirse y condensarse en un monosílabo las estructurales deficiencias de la gestión pública.

Sin embargo, la propia convocatoria, ya genera opiniones binarias.

Por un lado, están quienes piensan que es una estrategia brillante de parte del Jefe de Gobierno.

Para ellos, democracia es sinónimo de elecciones y todo acto electivo brinda legitimidad a la acción de gobierno, por lo que se logrará superar la crisis actual.

Otro rubro dentro de esta categoría son quienes, con la calculadora en una mano y la regla electoral en la otra, saben que, para que triunfe, el “no” debe sacar más de la mitad del padrón, cosa altamente improbable.

Un tercer sector, lleva la lógica binaria aún más lejos. Detrás del Si a Ibarra estarán seguramente el “progresismo” y el Gobierno Nacional y quizás el Presidente mismo. Pero más importante es que detrás del No, estarán Macri, la izquierda y quizás Carrió. Descuentan que un escenario dicotómico será propicio para adelantar y definir en forma ventajosa el difícil compromiso electoral legislativo que se presenta para octubre de 2005.

Por otro lado, están quienes opinan que el llamado a elecciones no es más que un manotazo de ahogado del abogado que lidera el gobierno comunal. Y que cualesquiera sean los resultados, la suerte del Jefe de Gobierno está sellada reduciendo toda la cuestión a ganar tiempo y o generar tal confusión, que ya no se sepa exactamente cuál es el punto de la discusión.

La revocatoria, tal como se ha planteado coloca la cuestión en términos personales. Si el revocado es el Jefe de Gobierno, el mandato lo debería terminar el Vicejefe, otra vez reduciendo el problema a un apellido.

Cielo o infierno, la Biblia o el calefón. Tinto o blanco. La sociedad se pregunta, una vez más, en qué está pensando la dirigencia política argentina.

Adiós al progresismo

En estos días se puede observar que una específica forma pos-política de visión y gestión de lo público, dominada por encantadores de serpientes, se termina en Argentina. El progresismo da sus últimas batallas frente a una sociedad sobre la que ha perdido toda credibilidad.

Históricamente el surgimiento del progresismo surgió como un acuerdo de convivencia entre las antiguas fuerzas revolucionarias (socialistas) de mitad del siglo XX en Europa y el capitalismo, asegurando la participación de los ahora reformistas en los procesos electorales de las democracias de la segunda posguerra.

Mediante las reformas propulsadas principalmente por los partidos socialdemócratas se construyó el modelo de Estado de Bienestar que sintéticamente, asoció la productividad de las empresas al salario, otorgando además una importante serie de beneficios sociales.

En Argentina así como en distintos de países de la periferia los procesos de reforma fueron liderados por el llamado “populismo” donde la democracia republicana se reemplazó por la relación entre líder y pueblo, no sin algunos aspectos autoritarios, allí donde las reformas afectaban a algunos intereses específicos.

Tanto desde los de la izquierda comunista, seguidores de las directivas de Moscú, como de los socialistas locales los “progresistas” argentinos siempre fueron enemigos entusiastas del populismo local, a la sazón peronismo, al cual lo asimilaban con el fascismo. De este modo, y no sin contradicciones, se enrolaron en las distintas versiones del antiperonismo, conspirando para la eliminación del “régimen”.

Sin embargo, a lo largo de la historia argentina del siglo XX los “progresistas” nunca tuvieron arraigo en la sociedad excepto minorías y no pudieron contener una fórmula electoral atractiva que pudiera enfrentar al “planeta peronismo”. Cabe comentar que en los años setenta la estricta división entre populismo y progresismo se desmorona, elementos radicalizadas de éste último sector se trasvasan al peronismo de las formaciones especiales.

Con el retorno de la democracia de 1983, los sectores del progresismo cobran nuevos bríos. La derrota de un peronismo confuso, aparente sindicado con la nefasta dictadura en retirada, permiten al radicalismo de Alfonsín liderar las elecciones, con algunos pocos objetivos pero caros al progresismo argentino, castigar a los responsables de la dictadura y fundamentalmente eliminar al sindicalismo peronista.

Ninguno de los objetivos fueron alcanzados y el centro de la escena fue ganado por la inflación y la inestabilidad macroeconómica, hasta que la hiperinflación expulsara a Alfonsín del gobierno en forma anticipada.

Es historia conocida la vuelta del peronismo con Menem, y la alianza con sus nuevos amigos, los sectores financieros. También son conocidas las infinitas denuncias de corrupción a raíz de las privatizaciones y la cantidad de negocios turbios que se manejaron desde el gobierno en los años 90.

Precisamente por esa época y como respuesta al desmadre menemista emerge un nuevo polo progresista encabezado por Chacho Alvarez y el Grupo de los Ocho, un conjunto de diputados provenientes del mismo justicialismo. Este grupo va sufriendo transformaciones y presentándose a elecciones con distinta suerte.

En el año 1997 se forma la Alianza que reúne a la cúpula del radicalismo con el Frepaso, partido que orientan el propio Alvarez con Fernández Meijide. Dos años después, la fórmula De La Rúa – Alvarez ganarían unas elecciones históricas contra la fórmula del peronista histórico Eduardo Duhalde junto con el no tan histórico Palito Ortega.

El progresismo en el gobierno en Argentina pierde una oportunidad única, confundido desde lo económico, no sabe qué hacer frente a la convertibilidad en crisis. La adhesión al programa fondomonetarista del Ministro de Economía Machinea acorrala aún más a la economía del país detenida por una profunda recesión.

De todas las banderas del progresismo político la única en pié, la transparencia de gobierno, cae bajo las coimas en el Senado entregadas por el gobierno a cambio de una ley de reforma laboral. La renuncia de Álvarez al gobierno confirma lo sabido, la ausencia de programa alternativo por parte del componente frepasista de la Alianza.

Poco tiempo después en los trágicos días de finales del 2001 cae también De La Rúa, bajo su proverbial inoperancia. Sin embargo en la Ciudad de Buenos Aires, cuna y hogar del progresismo, el mayor discípulo de Álvarez, Aníbal Ibarra es Jefe de Gobierno, en el 2000 le gana a Cavallo, y en el 2004 de la mano del ahora presidente Kirchner a Macri.

Tras cinco años de gobierno el Jefe de Gobierno ha reconocido públicamente en Audiencia Pública frente a la Legislatura que su gestión en la ciudad más rica del país es gran desorden por ineficiencia y por falta de transparencia.

El progresismo, sombra mediática de sí mismo, no sólo ha renunciado a las propuestas de reformas económicas y sociales, sino que ha renunciado a la gestión misma y a su última bandera: la transparencia de esa gestión. Un progresismo que no puede iluminar las calles, tapas baches o combatir la inseguridad en todas sus formas, no le sirve a la sociedad y se verá condenada a desaparecer a fuerza de sus propios yerros.

Una visión regional de la tragedia del Desempleo*

La caída de un punto del porcentaje en la tasa oficial del desempleo de diciembre, vista individualmente, ofrece una indicación diferente sobre la situación real del mercado del trabajo y sus tendencias. De hecho, el indicador relevante es una tasa de precariedad de la ocupación que podemos construir a partir de las estadísticas del IBGE. Maria del Carmo Villella, de BNDES, hizo eso para toda la nueva serie histórica del PME (Investigación Mensual de Empleo), a partir de octubre de 2002. El resultado es un impresionante cuadro de la degradación del mercado de trabajo en las seis principales regiones metropolitanas.

El índice del precariedad suma a los desocupados absolutos (aquellos que no consiguen trabajar ni siquiera una hora en la semana de referencia) con los sub-remunerados ( que ganan menos de un salario mínimo) y los sub-ocupados (que no consiguen trabajar 40 horas semanales). Entendemos que éste es el indicador relevante para orientar políticas públicas. En diciembre ese índice para el promedio de las regiones alcanzó el 25.7% de la población económicamente activa. En noviembre bajó 1.7 puntos. Sin embargo, permaneció en el mismo nivel de diciembre de 2003 y casi 5 puntos encima del mismo mes de 2002.

Cuando observamos el comportamiento del mercado de trabajo en las regiones individualmente, encontramos situaciones dramáticas, tanto en términos de tendencia como de números absolutos. El cuadro del nordeste es alarmante. En la región Metropolitana del Salvador, no sólo el desempleo absoluto está en los niveles más altos, acusando un 15.4% en diciembre (lo que se compara con el promedio nacional del 9.6%), sino que el índice de precariedad es más elevado del Brasil, 46%. Eso significa que, en la capital Bahiana, una de cada dos personas económicamente activas, está desempleada o sub-ocupada.

La precariedad viene aumentando sistemáticamente en Salvador desde el inicio de la investigación, en octubre de 2002. La rápida caída en el pasado mes de diciembre (2 puntos) no configura una tendencia, pues el número se iguala a julio de 2004. En Recife la situación no es muy diferente. El desempleo oficial permaneció estable (pasó del 11.2 al 11.1%), mientras que el índice de precariedad aumentó de 42.5 al 42.8%. Comparado con diciembre de 2002, el último mes del gobierno anterior (el 37.3%), la actual plataforma refleja un aumento considerable de más de 5 puntos porcentuales.

Belo Horizonte presenta la tercera peor situación entre las seis regiones metropolitanas investigadas. La tasa de desempleo absoluto pasó del 9.2 al 8.5% en diciembre, mientras que también bajó levemente el índice de precariedad, del 28 al 27.1%. Esto significa que, en la región de la capital minera, una de cada tres personas económicamente activas, está desempleada o sub-ocupada. La situación ha estado peor en la capital minera, en julio de 2004 (desempleo del 10.7%, índice de precariedad del 34.6%), pero no hay ninguna garantía de que la leve mejora de diciembre se mantendrá.

En otras regiones las estadísticas indican la siguiente situación: Río de Janeiro, desempleo absoluto del 8.5% y precariedad del 24.1%; São Paulo, desempleo del 9.8% y precariedad del 21.4%; y Puerto Alegre, desempleo del 6.6% y precariedad del 18.7%. A pesar de que en algunos lugares la situación aparenta ser buena, a comparación de otras regiones, el cuadro es en sí mismo muy grave. No sorprende. Las determinaciones del mercado de trabajo, en un país donde hay libertad de movimiento de mano de obra, se debe a la política económica en general. Y la política económica que se aplica en Puerto Alegre es la misma de Recife.

Naturalmente, el Nordeste tiene acumulados problemas estructurales que influyen fuertemente en la configuración de su mercado de trabajo. Eso apenas sirve para que podamos advertir que, en el momento en que el Gobierno finalmente se convenza de que tiene que abandonar el neoliberalismo y partir de una política de promociones de pleno empleo, tendrán que ser consideradas las situaciones regionales especificas. Un programa global de inversiones públicas, por ejemplo, debe abarcar prioritariamente las deficiencias en políticas públicas de las capitales del nordeste más deterioradas por el desempleo y el sub-desempleo. No estaríamos inventando nada. El New Deal del Presidente Roosevelt, para enfrentar la Gran Depresión en los Estados Unidos de los años 30, funcionó así!

*El editor es Jefe de Desempleo Cero -Brasil